El presente artículo, ya publicado hace varios meses en el «El Economista» de España, merece la pena leer y reflexionar en el papel que están jugando los bancos en esta tiempos de crisis europeo y de otras partes del mundo. Andy afirma con precisión que “el sistema se come al sistema y el ser humano mira azorado cómo las torres de los bancos son cada vez más altas, alejadas de la gente y del día a día”. Leelo completo por favor.
“Un ardilla muriendo enfrente de tu casa puede ser más relevante para tus intereses ahora mismo que gente muriendo en África”, Mark Zuckerberg, presidente de Facebook. El mundo es un complejo entramado de intereses. Cuanto más se profundiza en ello, más difícil resulta de explicar y de entender. Al mismo tiempo, el hombre crea sistemas tan intrincados que el sólo hecho de pensar en cambiarlos desalienta al más osado.
El sistema se come al sistema y el ser humano mira azorado cómo las torres de los bancos son cada vez más altas, alejadas de la gente y del día a día. Es una metáfora más real que propia la realidad.
Los bancos centrales y los organismos financieros internacionales inundaron el mercado de divisas pero, en su enorme mayoría, para el “rescate” del sistema financiero, de los bancos. Sin embargo, poco o casi nada de ese dinero, hablamos de miles de millones, trillones en Estados Unidos, llegó a la gente que observaba desde la base de las torres.
Este mundo complejo. Este sistema acomplejado.
Casi cinco años después de la caída de Lehman Brothers son muchos los que se siguen preguntando qué pasó con todos esos miles de millones de dólares, euros, yenes, libras, yuanes, etc., que se usaron para “rescatar” al “sistema”. Se lee en Twitter que si en vez de Lehman Brothers hubiese sido Lehman Sisters jamás hubiésemos visto su caída. Algunos pocos bancos rechazaron la ayuda, otros ni siquiera la necesitaron, pero hablamos de la inmensa minoría.
The Economist publicaba recientemente un informe que demuestra que en el mundo hay menos pobreza que hace una década. Es decir, que el mundo está mejor. El avance de la humanidad, el progreso “per se”, empuja hacia el futuro con la fuerza de lo obvio, pero no tanto por mérito de unos u otros, sino porque es la ley casi natural.
El “rescate”, como si de un hundimiento se tratase, hubiese tenido aún más sentido si hubiese rescatado también al entramado comercial de las pymes, a los clubes en problemas, al sistema educativo que sólo recibe recortes, a la justicia, a la salud…
Será tiempo de dejar de leer sobre la crisis económico/financiera y empezar a reflexionar sobre el sistema que creamos y en el que creemos, y contrastar si de verdad es el idóneo, el menos malo, el que nos hace bien y nos sirve, no el que se sirve de nosotros. Necesitamos, como sociedad, una reflexión más profunda. No es cuestión de señalar culpables, de hecho hasta hace poco parecía que, con extraordinarias excepciones, el culpable es invisible.
¿Qué valores buscamos o queremos, o mejor dicho necesitamos? ¿Qué prioridades buscamos como sociedad? ¿Qué futuro estamos construyendo y hacia dónde nos dirigimos? ¿Qué tipo de progreso buscamos?
El mundo mira con indiferencia al hambre y la desnutrición en África, a las guerras de Oriente Medio y alrededores, a la pobreza y el analfabetismo en Latinoamérica o en ciudades de la propia Europa. A la mayoría de gente con poder de cambiar las cosas le sigue preocupando más la ardilla en el jardín del fundador de Facebook.
Mientras, el mundo avanza, sobreviviendo, tropezándose nuevamente con las mismas piedras y con un sistema que puede terminar siendo el Titanic, una trampa.
Todo depende del hombre, de nosotros o ¿del sistema?